El número 10 de la londinense Downing Street es un edificio de estilo georgiano que desde 1732 ha sido la residencia oficial de todos los Primeros Ministros del Reino Unido. Jorge II dispuso que ése sería el lugar donde vivirían los mandatarios del país, el primero de los cuales fue Sir Robert Walpole. Aunque, para ser exactos, en un principio la casa se conocía como el número 5, y no se cambió por el 10 hasta 1779.
La residencia tiene una famosa puerta negra con el número pintado en blanco y un picaporte con la cabeza de un león. Encima de ella hay una ventanita en forma de abanico, y bajo la aldaba un buzón con la inscripción “First Lord of the Treasury”. La policía guarda constantemente esa puerta, que sólo puede abrirse desde el interior. Lamentablemente no se trata de la original, sino que fue sustituida por otra nueva durante la Segunda Guerra Mundial.
El edificio contiene un centenar de habitaciones. El tercer piso es una residencia privada, mientras que los restantes están destinados a oficinas, salas de recepción, de conferencias, salones y comedores, lugares donde trabaja el Primer Ministro y donde se recibe y entretiene a mandatarios extranjeros. En el sótano hay una cocina, y la casa dispone además de un patio interior y, en la parte trasera, una terraza que da a un jardín.
La calle toma el nombre de Sir George Downing, un militar irlandés educado en Nueva Inglaterra y que fue en uno de los primeros graduados por la Universidad de Harvard. Durante la Guerra Civil viajó a Gran Bretaña y se convirtió en espía de Oliver Cromwell. En 1657 era nombrado embajador británico en Holanda, con la misión de trabajar contra los intereses de la familia real en el exilio. Pero a la muerte de Cromwell, su hijo y sucesor, Ricardo, lo reemplazó.
Cuando la suerte cambió de bando, Downing se dio cuenta de que a él le convenía hacer lo mismo. Por tanto, se imponía traicionar a sus antiguos aliados, tener la presencia de ánimo necesaria para presentarse ante Carlos II y ofrecer sus servicios a la Corona. Utilizó a un intermediario para solicitar el perdón, afirmando que sus servicios al Protectorado fueron el resultado de las erróneas opiniones que había asimilado en la puritana Nueva Inglaterra, y que ahora repudiaba. Diplomático consumado, tuvo la suficiente habilidad para ganarse el favor del rey con aquello de “ahora comprendo el error”.
Downing se unió así a la Restauración y manifestó en adelante un inusitado fervor realista, gracias a lo cual fue nombrado caballero y recuperó su puesto en Holanda. Dos años más tarde supervisaba personalmente el arresto y extradición de tres antiguos compañeros suyos: Okey, Barkstead y Corbet. A la vista de todo ello, no es sorprendente que en Nueva Inglaterra se acuñara la expresión “un George Downing” para designar a todo aquel que traicionaba la confianza depositada en él.
Su agresiva defensa a ultranza de los intereses mercantiles ingleses fue considerada una de las causas de la segunda guerra anglo-holandesa. Debido a ello su impopularidad llegó a ser extrema, obligándolo a abandonar su puesto en Holanda y huir a Inglaterra por miedo a la furia del populacho. Al actuar sin autorización fue encarcelado en la Torre de Londres en febrero de 1672, aunque puesto en libertad al cabo de unas semanas.
Downing, hombre avaro, traidor, servil e ingrato, hizo sin embargo valiosas contribuciones a la administración del Tesoro e introdujo importantes reformas en la política fiscal, basadas en cuanto había observado en Holanda.
Fue él quien, tras haber amasado una fabulosa fortuna, adquirió el terreno sobre el que se levantó la calle que hoy lleva su nombre. Allí planeó la construcción de una hilera de casas, obra que se llevó a cabo entre 1682 y 1684. El arquitecto encargado del proyecto fue Sir Christopher Wren, pero no se trataba en esta ocasión de nada impresionante. Los edificios eran baratos, construidos sobre suelo blando y con pocos cimientos, como correspondía a la proverbial tacañería de Sir George, famosa en todo el reino.
Downing moría pocos meses después de la finalización de la obra. Hoy un retrato suyo cuelga en el vestíbulo de entrada del famoso número 10, que es el resultado de dos casas unidas: una de las casas baratas de Downing y otro edificio mucho mayor, el que da a Horse Guards, y que fue el hogar de la condesa de Lichfield, hija natural de Carlos II.
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