La construcción de Hever comenzó mucho antes, por la época en la que el reinado de Enrique III tocaba a su fin, dando paso al de Eduardo I. La parte más antigua, es decir, la gran puerta de entrada, los muros exteriores, y el foso con su puente levadizo de madera, se construyó en torno a 1270. El propietario era entonces el sheriff William de Hever, que obtuvo permiso del rey para construir el castillo en el lugar que previamente había ocupado una granja. Tras la conquista Normanda, esas tierras habían sido entregadas por Guillermo el Conquistador a uno de sus nobles llamado Walter de Hever, antepasado de William. En 1340 otro William de Hever amplió el edificio.
El bisabuelo de Ana Bolena, un rico mercader que llegó a ser alcalde de Londres, lo compró hacia 1460, convirtiéndolo en una residencia más cómoda y añadiendo un hermoso lago. Sir Geoffrey Bolena pudo adquirirlo gracias a haber contraído un segundo matrimonio muy ventajoso con la heredera de Lord Hoo y Hastings. Fue precisamente a través de su segunda esposa como llegó a ser el propietario tanto de Hever como de Blicking Hall, en Norfolk.
Geoffrey fallecía poco tiempo después de haber comprado la propiedad, heredada por su hijo William, quien a su vez la legó posteriormente a su propio hijo Thomas, padre de Ana. Thomas se mudó con su esposa Elizabeth y sus hijos a Hever desde Blicking Hall. Era el año 1505, o tal vez 1504. Por entonces la familia, en su empeño por borrar su pasado plebeyo, cambiaba el apellido Bullen por el de Boleyn, que resultaba más aristocrático.
Al no haber una clara constancia de la fecha de nacimiento de Ana, algunos estudiosos piensan que nació en Hever. Sin embargo, una inscripción en Blickling contradice esta suposición: las palabras Hic nata Anna Boleyn pueden verse en la Gran Sala, bajo un retrato en relieve suyo. Es probable, pues, que ella ya hubiera nacido cuando su padre heredó Hever.
Fuera o no así, el castillo es famoso por haber sido el lugar en el que Ana Bolena pasó parte de su infancia hasta ser enviada a los Países Bajos en 1513 para permanecer entre el séquito de Margarita de Austria. Después regresó a Inglaterra, donde pasó a residir en la Corte como dama de la reina. Sin embargo, su infortunado amor por Henry Percy fue la causa de que hubiera de abandonar su puesto y regresar a su hogar. Por entonces el rey mantenía un romance con su hermana mayor,María Bolena, pero un día Enrique se fijó en Ana y comenzó a visitarla en Hever.
Tras la ejecución de Ana Bolena y la muerte de Thomas pocos años después, Hever pasó a ser propiedad de la corona. En 1540 Enrique VIII se lo regaló a Ana de Cleves, su cuarta esposa, cuando se divorció de ella. El rey continuaba alojándose en Hever de vez en cuando.
Luego el castillo pasó a otras manos. Durante la guerra civil del siglo XVII fue una fortaleza de los realistas, y en el XVIII, ya abandonado, sirvió de refugio a una banda de contrabandistas que lo utilizaban como almacén. Permanecía medio en ruinas cuando en 1903 lo compró William Waldorf Astor. El magnate americano, que llevó el título de Vizconde Astor de Hever, lo restauró con gran acierto, logrando conservar buena parte de sus paredes originales. Fue él quien creó los jardines italianos, con el propósito de colocar en ellos su colección de esculturas clásicas. A él debemos también la construcción del pequeño pueblo Tudor en los alrededores de la fortaleza.
Los Astor permanecieron como propietarios hasta 1983, cuando vendieron Hever a Broadland Properties Limited de Yorkshire, que aún se ocupa de su mantenimiento.
El lugar acoge diversos actos y eventos durante todo el año, entre ellos representaciones teatrales en el lago y espectáculos en los jardines. La más famosa celebración tal vez sea la “Rose”, en el mes de junio, cuando durante una semana el castillo se decora con rosas que llegan desde todas partes del mundo.
Hoy es uno de los lugares más turísticos de Gran Bretaña. El dormitorio es uno de los pocos vestigios de alcobas señoriales de la época de Enrique VIII, y en conjunto el castillo aparece como uno de los grandes testimonios de aquel gran siglo inglés. Hever invita aún a pasear por los jardines, con reputación de ser los más hermosos de Inglaterra, a descubrir sus numerosas estancias suntuosamente amuebladas y a jugar en sus laberintos. La larga galería que Ana Bolena recorría a menudo con impaciencia aún parece devolver los ecos de sus pisadas.
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