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jueves, 4 de mayo de 2017

Trinidad: Valle de los ingenios

Denominado oficialmente como Valle de San Luis. Verdadera fuente del patrimonio de la antigua ciudad cubana de Trinidad, declarado por la UNESCO en 1988 Patrimonio de la Humanidad. Situado entre las montañas y el mar, es un verdadero monumento arqueológico a la industria azucarera cubana.

La historia del valle es tan antigua como la de la ciudad. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes autóctonos cultivaron el tabaco, lo que fue asumido por los españoles tan pronto se asentaron en el territorio. En las márgenes de los ríos Arimao, Caracusey y Agabama se hicieron vegas de tabaco desde principios del Siglo XVII. El valle también fue sostén de la ganadería y del cultivo de frutos menores, lo que transformó a la región en uno de los asentamientos de mayores posibilidades de intercambio de la isla. La llegada en 1655 de emigrantes españoles procedentes de Jamaica contribuyó al desarrollo de la industria azucarera en una zona que poseía óptimas condiciones para la producción de azúcar: fértiles tierras, regadas por caudalosos ríos y cercanas a puertos de embarque. En la primera mitad del Siglo XVIII, la inversión de capitales foráneos opera como palanca impulsora.

Entre 1700 y 1750 existieron alrededor de 20 trapiches. En la segunda mitad del Siglo XVIII Trinidad define su vocación azucarera y gracias a ello se levantará como una de las poblaciones más avanzadas de la isla. En los inicios del Siglo XIX se inicia el gran boom azucarero de la zona, beneficiada por una serie de circunstancias nacionales e internacionales que repercuten de modo favorable en la localidad. Trinidad se había convertido en una de las ciudades de mayor florecimiento económico y socio-cultural de Cuba, ello se debió al sorprendente desarrollo de la industria azucarera . A mediados del siglo XIX Trinidad se había convertido en una de las ciudades de mayor florecimiento económico y socio-cultural de Cuba, ello se debió al sorprendente desarrollo de la industria azucarera en un enorme y bien delimitado territorio que hoy conocemos como el Valle de los Ingenios. En esos años, se consolidaron las grandes fortunas locales que actuarían en la ciudad y en el, desde entonces, llamado Valle de los Ingenios.

Hacia 1840, las posibilidades de explotación del valle estaban agotadas, tanto a lo referente a la fertilidad de los terrenos como a las tierras disponibles. Se produjo un éxodo de capitales hacia otras regiones. La aparición del azúcar de remolacha en el mercado internacional provocó una desigual e insuperable competencia entre los productores cubanos y europeos. Estos factores, conjuntamente con la crisis mundial de 1857 y el inicio de la guerra de independencia en 1868, provocaron que la ciudad iniciara una larga trayectoria de decadencia a partir de los mediados del siglo XIX.

Entre los exponentes conservados de mayor riqueza están las casas-hacienda de los ingenios Manaca-Iznaga,Buena Vista, Delicias, Guáimaro y Magua, ejemplos de la sobreimposición de los códigos de la arquitectura neoclásica sobre la estructura espacial típica de la casa-plantación de la colonia española; las torres-campanario de San Isidro y Manaca-Iznaga, símbolos de poder clasista con aspiraciones de perpetuidad.
Las obras hidráulicas de los ingenios San Isidro y Santa Elena, impresionantes muros y artesas de piedras labrada, concebidos para solucionar la canalización y el drenaje de terrenos bajos y de alta salinidad; el asentamiento rural de arquitectura vernácula de San Pedro, fundado en el siglo XVIII por negros libertos y pequeños colonos y el caserío que fue de albergue de las dotaciones de esclavos, formado por pequeños ranchos de mampostería y tejas, que aún se conserva en Manaca-Iznaga


Las casas de vivienda existentes en el Valle de los Ingenios, constituyen exponentes del tipo de fabricación vinculada a actividades económicas, esencialmente la fabricación de azúcar y, ambas, constituyen la interrelación entre el marco natural, expresiones constructivas y restos representativos de generaciones.