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miércoles, 26 de enero de 2011

Londres: La Aguja de Cleopatra


Si alguien se acerca a la ribera del Támesis en Westminster, junto a los Victoria Embankment Gardens (entre los puentes de Waterloo y Hungerford) se encontrará ante el monumento más antiguo de la ciudad con diferencia: Cleopatra’s Neddle, la Aguja de Cleopatra. Tiene exactamente 3.460 años de edad.

Por supuesto, no es oriundo del lugar pues se trata de un obelisco del Antiguo Egipto (los egipcios los llamaban agujas), gemelo del que hay en Central Park (Nueva York). Lo mandó construir el faraón guerrero Tutmosis III en el año 1.450 a. C. para la ciudad de Heliópolis y parte de los jeroglíficos que recubren sus 21 metros de altura son plegarias a Atum mientras que otra parte se deben al posterior Ramsés II, contando sus hazañas militares. Por tanto, de Cleopatra no tiene más que el nombre que le pusieron en su destino final europeo. Siglos después Augusto mandó trasladarlo a Alejandría para decorar la entrada al Caesarium pero antes de llegar se perdió y quedó enterrado, como tantos otros monumentos egipcios. Fue lo mejor que le podía pasar porque gracias a ello se conservó intacto. En 1819 el sultán decidió regalárselo a Inglaterra para celebrar la victoria de Nelson en Abukir sobre la armada francesa, que había supuesto el principio del fin de la presencia de las tropas napoleónicas en suelo egipcio. Pero Londres no quiso hacerse cargo del traslado y hubo que esperar a 1877. Entonces empezó la leyenda.

Una leyenda que habla de maldiciones y misterios porque el primer barco que había de transportarlo se hundió nada más zarpar y el obelisco pasó de estar bajo la arena a verse bajo las aguas. Se consiguió rescatarlo e introducirlo en una especie de cilindro flotante al que arrastraba un remolcador… hasta que en el Golfo de Vizcaya una galerna obligó a soltar las amarras. Murieron seis marineros y el cilindro quedó a la deriva durante meses. Finalmente se lo rescató por segunda vez y se erigió en su emplazamiento actual. Incluso en tierra estuvo en peligro cuando los aviones alemanes bombardearon el entorno, causando desperfectos en las esfinges modernas que lo rodean (una placa informa de los daños que recibió el pedestal). También hay teorías que aluden a la distribución concreta de los obeliscos durante el siglo XIX obedeciendo a dictados masónicos.

En cualquier caso, si dentro de un tiempo alguien manda retirar esas 180 toneladas de granito rosa de Asuán, se encontrará debajo un mapa de la ciudad, un ejemplar de The Times, monedas, diversas fotografías y otros objetos de la época dejados allí para la posteridad y cuya selección resulta curiosa. ¿Otro enigma más para la Aguja de Cleopatra?